Por ejemplo, cuando se transmiten los contenidos sin dar oportunidad para
la discusión y el análisis, porque la palabra del maestro es un hecho, se toma
el papel del maestro tradicionalista. Entonces, nos convertimos en el centro del
proceso de enseñanza ofreciendo en una forma narrativa o expositiva una gran
cantidad de información, y medimos el aprendizaje en base a la capacidad de memorización
de los estudiantes. Eugenia Brenes Rojas y Marta Porras Ortega definen al
maestro tradicional en su libro Teoría de la educación, en el texto:
“El maestro era un espejo en
el que debía contemplarse el alumno, porque el maestro reflejaba el ideal
humano de la sociedad” (p. 362)[1]
Cuando
intentamos captar el interés del alumno por medio de estímulos, asumimos el rol
del maestro conductual. Estas técnicas donde se hace uso de los estímulos y
reforzadores se aplica más claramente en la regulación de la disciplina dentro
y fuera de las aulas mediantes refuerzos positivos ante una buena conducta del
alumno. Skinner (1970) define al maestro en su teoría como sigue:
“El maestro debe verse como un ingeniero educacional y un administrador de
contingencias […] capaz de manejar hábilmente los recursos tecnológicos
conductuales […] para lograr con éxito niveles de eficiencia en su enseñanza y
sobre todo en el aprendizaje de sus estudiantes”[2]
En el mundo tan complejo como es el en que vivimos actualmente en los
programas actuales se exige que le docente sea capaz de desarrollar o fomentar
en el alumnado una serie de competencias y atender los 4 pilares de la educación
definidos por la UNESCO. El aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a
ser y aprender a vivir juntos, no son conceptos nuevos. Estos han sido
estudiados con anterioridad por psicólogos, filósofos y pedagogos, es decir, se
han estudiado desde diferentes perspectivas. Estos personajes han documentado
sus investigaciones y marcado líneas de acción por parte de los docentes en sus
diversas teorías. Denise Vaillant (2005), reconoce la evolución
necesaria de los docentes para enfrentarse al entorno socio-cultural y tecnológico
actual del alumnado en la revista PRELAC:
“Para responder a las nuevas exigencias que hoy tienen nuestros sistemas educativos
seguimos confiando en maestros y profesores a los que exigimos habilidades,
competencias y compromisos cada vez más complejos […] Las nuevas demandas y
conocimientos sociales inciden en la demanda de una redefinición del trabajo
del docente, de su formación y de su desarrollo profesional. […]A los alumnos
les llega la información por múltiples vías: la televisión, la radio, Internet.
Los docentes no pueden permanecer al margen de estos nuevos modos de construcción
de la realidad cotidiana.”[3]
Es verdad que el maestro en la actualidad podría no tener el prestigio que
antes tenía, que inclusive sea acusado del bajo aprovechamiento del alumnado,
que sea criticado y cuestionado en sus prácticas, sin considerar las carencias
a las que se debe enfrentar en comparación con la educación en otros países con
un nivel de aprendizaje superior. Pero no debemos desmotivarnos, el docente
tiene la responsabilidad de formación de las generaciones venideras, en la
medida en que seamos capaces de hacer el optimo uso de los recursos con los que
se cuenta, por muy escasos que estos sean, podremos ser participes y testigos del
aprender, como un despertar en los alumnos. El estimular en ellos el
pensamiento crítico, el análisis, la experimentación y comprobación, los
ayudaran a superar con éxito los obstáculos que puedan presentarse a lo largo
de su vida, a no quedarse en el camino, a seguir instruyéndose y construyendo
su personalidad.
Ing. Natividad de María Ortiz Acuña
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